PANCANTA
PANCANTA
En abril del año 2009 se vendió la casita que la familia
tenía en el Valle de Pancanta.
Fue desprenderse de un lugar amado, donde fuimos muy
felices.
Allí quedaron las lavandas con sus lágrimas lilas,
sacudiendo sus racimos con tristeza, y los tomillos perfumados, el romero
tosco, los nogales orgullosos, los tilos con sus hojas gigantes, los bambús y
la barranca, la cueva de la perrita TOY que escondía sus cachorritos orgullosa,
tan resguardados que nadie podía rescatarlos.
Allí quedó el río que crecía furioso, y bajaba de lo alto de
la montaña.
Allí quedaron los sauces eléctricos, los álamos, los pinos…
¡Los pinos gigantes!, esos mismos pinos que de pequeñitos
eran testigos de navidades, y luego fueron plantados en Pancanta…
Allí quedaron los perros, primero la dinastía de los
doberman, y luego la de los dogos, que eran una gran familia, padre, madre e
hijitos…cada uno con su nombre...,
Allí quedaron, los muertos, enterrados, y los vivos,
continuaron fielmente cuidando PANCANTA a los nuevos propietarios.
Allí quedaron la pileta, y el rosal rosado, y también las
semillas de la flor de azafrán, y las araucarias de Bariloche.
Allí quedó la jarilla, y los pájaros confianzudos, que
compartían el living sentados en el sillón aquellas tardes de largas meriendas.
Allí quedaron momentos compartidos con amigos…que
graciosamente decían:”PANCANTA…¡ENCANTA!...”
Se me estruja el corazón de recordar el paisaje de las
montañas que se veían desde el balcón, o de caminar descalza por el pasto verde
y mullido con diminutas florcitas de trébol.
Allí quedaron los carteles de FELIZ CUMPLEAÑOS, Y el cuadro
de madera repujada con pinturas rupestres y los adornos navideños que hicimos
con los niños…
Allí quedó el aroma de la estufa a leña que entibiaba los
domingos fríos del invierno, cuando nos quedábamos hasta tarde tomando mate con
tortitas y facturas de la panadería… (Que también se vendió)…
Siento que estoy CREMANDO los recuerdos, y las cenizas se
esparcen por mi alma como un perfume que me embriaga de melancolía.
Allí quedó el agua mineral que soñamos envasar y
vender…”agua mineral de Pancanta…me encanta!!...”
Allí quedó la laguna, las arañas pollito, las cortaderas,
los zorrinos, y las vacas que zapateaban el arroyo cuando lo cruzaban.
Allí quedó el recuerdo de nuestro perro keeper subiendo a
cococho de una vaca, y de nuestra perra Sole peleando con un zorrino, que le
dejó un “perfume” imposible…
Allí quedaron los globos de papel que elevamos para año nuevo,
con muchos deseos escritos, esos globos que los ángeles, como títeres
traviesos, se llevaron a algún lugar del cielo.
Allí quedaron los recuerdos de tantas paellas compartidas.
El perfume a cebolla y puerro cortaditos dorándose con el pimiento…
Allí quedaron las salvias gigantes plantadas
estratégicamente..
Allí quedó el recuerdo de esa tarde que cosechamos papas,
escondidas bajo la tierra negra,
esperando ser descubiertas como un tesoro...
Allí quedó el cielo estrellado…inmenso…con sus
constelaciones generosas y los temibles agujeros negros….
Allí quedó el río de ORO, donde nos bañábamos rápido, porque
el calor duraba poco…y había que aprovechar el mediodía…lavarse la cabeza para
que el cabello quede sedoso y brillante, tan sedoso como las flores “damas de
noche” que florecía al atardecer y no había que perder el instante en que se
abrían..
Allí quedaron las “piedras que hablan”…esas piedras que
hablaban con sus dibujos…
El baúl del auto volvía cargado con ramos de flores para
mami, aromáticas para el chimichurri del asado, troncos para hacer ikebanas,
bambú para fabricar cañas de pescar…
De Pancanta se traía “olor a Pancanta”, olor a raíces
frescas y viento, olor a salvia y pinos, olor a tierra negra…
Allá quedaron los “conejos blancos del avi”, de todos los
tamaños…y los canastos de mimbre rebosantes de hierbas para alimentarlos…
Quedaron las colmenas y la dulce miel…con sabor a polen se
flores de tilo,romero,lavanda, resinas de pinos y nogales…
Allá quedó la peperina , que salíamos a cortar, tan
escurridiza que se mimetizaba con los yuyos del lugar…
Era todo un arte descubrir las ramitas tiernas y perfumadas
entre las piedras…
Y armar un ramito, era una tarea artesanal de varias
horas…Horas placenteras compartiendo risas e imaginando los ricos mates que
tomaríamos luego con esa peperina…
Allá quedó la pileta que se llenaba con agua mineral, tan
transparente como una gema de cristal…
Y la “canchita de futbol”, que debido al poco uso, fue
transformada en huerta de cebollas, lechugas y coliflores…
A lo mejor, ahora, cuando sentimos una lágrima que se
resbala escurridiza en el recuerdo…diremos…”AGUA MINERAL DE PANCANTA….ME
ENCANTA!!!!....